
POR: Gina Tager*
Observar y Aceptar… dos ingredientes BÁSICOS del arte de AMAR.
Amor… el tesoro codiciado por muchos y conocido por pocos.
Sabemos mucho de él desde un punto de vista teórico, pero a la hora de llevarlo a la práctica, muchos nos quedamos con la sensación de que “falta algo” o “no me llena del todo”.
Películas, historias, sueños, ideales… el amor nos rodea por donde volteemos, y aún así, se nos escapa de los dedos.
¿Qué lo provoca?
Después de todos estos años, he llegado a la conclusión de que, al menos para muchos, el tema está en la expectativa. Cuando pretendemos amar algo, o a alguien, a partir de lo que creemos debe ser, la realidad nunca alcanza a la ficción y vivimos carentes de los dos ingredientes básicos: conocimiento y aceptación.
Estamos tan concentrados en los ideales preconcebidos, que muy pocas veces nos damos la oportunidad de conocer realmente al objeto de nuestro afecto y, por lo tanto, nulificamos toda posibilidad de aceptarlo tal cual es. A esta aceptación sin condición, es a lo que muchos llaman AMOR INCONDICIONAL. Es con ese amor que cubrimos y llenamos el pequeño espacio que se siente eternamente vacío.
Esto también aplica para el tipo de amor más importante que existe, el AMOR PROPIO.
¿Cómo lo descubrí?
En cada una de las corrientes en las que he encontrado importantes recursos para mi crecimiento personal y mi camino de amor propio, comencé a notar un común denominador: el ejercicio para comenzar a andar el camino siempre es el mismo, el de observar sin juicios y sin intento de cambio.
El simple hecho de observar requiere que utilice mi atención, mi energía y mi tiempo en el objeto mismo y no en la idea que tengo de él. Ahí comienza el amor, cuando observamos de manera neutral, sin juicios. Conocer sin tratar de cambiar, sin tener la eterna necesidad de modificar el “todo” sin darnos cuenta que con ello enviamos un constante mensaje de insuficiencia, creando un miedo profundo a no ser amado; y donde hay miedo, no puede haber amor.
Considerando que invertimos la mayor parte de nuestra energía en distraernos de quien realmente somos, en cambiar la imagen que tenemos, en callar o ignorar las necesidades más íntimas para sustituirlas por complacencias externas… el simple hecho de permitirnos ver nuestra esencia, nuestra imagen y escuchar nuestras necesidades más profundas, detiene la inercia a la que estamos acostumbrados, esto es en sí mismo un gran acto de amor.
Entonces, llega la Aceptación…
La aceptación de algo que he aprendido a conocer a partir de la observación neutral. Al quitarle las etiquetas de “bueno” o “malo”, le permito simplemente SER (amor en toda su plenitud).
Toma su tiempo, requiere decisión, energía y esfuerzo, pero no he encontrado nada que dé una sensación igual de bienestar y plenitud.
Y entonces sí, rebozando en la libre expresión de mi SER, puedo comenzar a tomar las decisiones que mayor bienestar me traigan. Decisiones que busquen la evolución y el bienestar nacidos del amor, no del miedo y de la exigencia de un cambio brusco y violento de naturaleza, condicionando así una idea efímera, plástica e irreal del amor verdadero.
¿Digo que Sí o digo que No?
¿Una manzana o un pastel? Todo depende, no hay bueno y no hay malo, solo hay necesidades -físicas, emocionales, mentales y espirituales- que voy a cubrir a partir del amor y MIS circunstancias.
Ese Ser que me he permitido ver, al que hoy dejo hablar antes de enjuiciar, tiene una parte sabia que puede considerar tanto mis necesidades como las de mi entorno, permitiéndome así elegir la opción que me permita demostrarme amor, que me refuerce que soy valiosa y que aún cuando mi entorno también lo es, siempre seré yo mi más importante prioridad.
Porque si algo he aprendido es que si yo no estoy bien, no puedo compartir bienestar con nadie más.
Como estos ejemplos, existen muchos más que muestran la ganancia que se obtiene del amor incondicional, un amor que lejos de ser fugaz, se entrena y se practica día a día. Un amor que permite la expresión de la imperfección de nuestro Ser, que toma de manera compasiva y sabia el aprendizaje detrás de cada error… un amor que nos mantiene en el aprendizaje y crecimiento constante, porque siempre habrá más por descubrir, más por observar y aceptar.
Te invito a dar este PRIMER PASO, el de detenerte y observarte sin sentir la necesidad de cambiar una sola cosa de ti; y así, comenzar a entender quién eres realmente. Cuestionar el apego que sientes por una imagen irreal, efímera e intangible y concentrar tu energía en enamorarte de aquello que HOY SÍ ES. Esto incluye tu luz y tu obscuridad, porque para amarnos realmente, necesitamos conocer, honrar y amar nuestro TODO y sus partes.
Puede tomarte días, puede tomarte años… así se cimientan y construyen los grandes imperios. Día a día, paso a paso, piedra a piedra, con seguridad y poder, esa misma seguridad y ese mismo poder que tanto buscamos allá afuera -y que constantemente se escapa de nuestros dedos- porque eso que tomamos de afuera no es más que un reflejo, un mero suspiro de algo que en realidad siempre ha vivido y vivirá adentro.
* Texto original publicado en: ginatager.com.mx
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