
Por: Bernadette Martínez Hernández
Estaba hablando con una amiga y bromeé diciendo que «tal vez debería introducir algo de drama en mi vida». Ella se rió y señaló mi último mensaje pidiendo ayuda.
La cuestión es que esa solicitud fue hecha bastante libre de drama. No hay escenas dramáticas, crisis o ataques de pánico en medio de la noche. Sin embargo, necesito ayuda.
Los altibajos, la intensidad y la quietud van y vienen a su antojo, con muy poca intervención de mi parte. Pero eso no significa que esté roto o que sea constantemente reactivo o que no tenga mucha base.
Navego mis experiencias de vida. Las siento, libero el control y evito la supresión.
Vivo una vida viva que no necesita extras, accesorios, ni agitar la olla para sentir algo.
Siempre se siente algo, siempre hay algo disponible y siempre hay algo reflejando mi rincón particular de la creación.
Es una vida en la que no tengo que esforzarme para sentir que pertenezco. Siempre hay algo, muchas cosas, como escuchar mis oraciones, traerme paz, sabiduría, conexión a la tierra; enraizándome profundamente en el mundo en el que nací, dentro de mí y de este planeta.
La mayoría de mis encuentros, aleatorios o planeados, son extraordinarios. Traen una calidad de luz y sabiduría que me obliga a integrarlos, a renacerlos dentro de mi núcleo como un nuevo yo.
Vivo una vida de acceso infinito a la creatividad, donde limpiar el inodoro significa obtener una lluvia de ideas impecables, tantas que tengo que dejar de poder ejecutarlas todas.
En mi vida mundana soy consciente de mi impacto. Un simple paseo a la playa de Portsmouth y una canción al mar resuena por todas partes, impacta todo, transforma el campo; porque yo soy el campo, No es necesario esforzarse por obtener más conocimiento, competir, ser algo que no soy cuando el poder se encarna y se expresa en cada una de mis acciones.
Como señaló mi amiga Assiya en una de sus publicaciones, el drama aparece cuando se agotan los jugos creativos.
¿Cómo es tu relación con el drama?
Experiencias. Magia. Vida. Muerte.