
POR: Gina Tager*
“Mi problema es que mezclo las emociones con la comida.” Esa es una frase que me repetí por años, una y otra vez.
Hoy, es una frase que escucho de manera cotidiana en el consultorio.
Crecemos con la idea de que el origen de muchos de nuestros problemas con el cuerpo y la comida es nuestra “abominable tendencia” a mezclar el alimento con las emociones.
¿En qué cabeza cabe hacer algo así?
Lo vemos como un gran defecto a temer y atacamos (abierta o silenciosamente) a quien osa hacerlo (aunque por dentro sepamos que “sufrimos del mismo mal”).
¿En qué momento comenzó esta temida unión?
Pues, ¿qué creen?
La relación entre la comida y nuestras emociones comienza desde el momento de nuestra gestación.
La primera unión tangible que tenemos con otro ser humano es el cordón umbilical, que sirve nada más y nada menos, para alimentarnos y proveernos de bienestar. Es el medio a través del cual el SER que más nos ama en el mundo nos da sustento y protección.
Como recién nacidos, cada vez que nuestro cuerpo manda la señal de necesidad de alimento, lo único que podemos registrar es dolor y la sensación de muerte si no cubrimos esa necesidad (a la cual aun no podemos poner un nombre).
¿Qué pasa entonces?
Nuestra madre, con todo el amor que sale de ella, nos toma en brazos y nos alimenta con un líquido tibio y DULCE.
¿Pero qué mi necesidad de dulce para sentirme bien no es un enorme defecto?
De ser así, la queja habrá que mandársela a la Madre Naturaleza.
¿Y qué sucede cuando mi madre me alimenta?
Ciertamente lo último que registramos en ese momento es la cantidad de macronutrientes o calorías que ingerimos. No, lo que realmente registramos es la sensación de AMOR, PAZ y BIENESTAR.
Es desde ese momento que la naturaleza NOS DISEÑA para mezclarlas. ¿Por qué? Porque como mecanismo de supervivencia necesitamos BUSCAR aquello que nos hace bien y HUIR de aquello que nos lastima.
¿Pero entonces por qué el azúcar es dulce y nos hace tanto daño?
Porque son los alimentos INVENTADOS POR EL HOMBRE (consumidos en exceso o como base de nuestra alimentación) los que nos enferman y arruinan los mecanismos auto-regulatorios del cuerpo.
Y es así que cada vez que intentamos separar las emociones del alimento, recriminándonos por “ser tan débiles”, iniciamos un viaje hacia la frustración y el fracaso. Porque, por más que lo intentemos, todo camino que nos lleve en contra de nuestra naturaleza tiene ese destino.
Y todo esto se los platico porque hoy me cocinaron un platillo que de solo verlo me lleva a esos años donde todo es bello, el juego, los abrazos y el calor del hogar son lo más importante del mundo.
La EMOCIÓN que recorrió mi cuerpo y el PERMITIRME SENTIR Y VIVIR todo aquello que me trajo son los ACELERADORES METABÓLICOS que les presento hoy.
Si insistiera en separar mis emociones de la comida, se volvería un simple combustible incapaz de ayudarme a conectar con momentos como ese.
¿Qué crees que sea más funcional? ¿Luchar contra tu naturaleza o aprender a reconocer y manejar tus emociones?
¿Aceptas tu propia naturaleza o le tienes miedo?
* Texto original publicado en: ginatager.com.mx
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